miércoles, 29 de agosto de 2012

Clásicos Hispánicos: El lazarillo de Tormes

Pocos quedarán ya que no lo hayan leído, porque es una obra accesible y de corta lectura, pero si alguno no lo ha hecho ha de saber que el título tiene su ironía, porque son pocas las fortunas que contiene. En ella se recoge eso que ya se mete dentro de la idiosincrasia española: la picaresca. Algunas de las primeras historias con el ciego, casi todas sacadas del folklore, han quedado ya en el imaginario colectivo español.
La novela tiene dos mensajes terribles: Para sobrevivir uno se tiene que mimetizar con el entorno, Lázaro que era tierno ha tenido que hacerse pícaro para sobrevivir a los excesos de sus amos. El otro, que es el que justifica en modo espistolar la obra, nos presenta a un hombre resignado que prefiere perder la honra y ser objeto de habladuría por parte de sus vecinos a perder la condición social a la que tanto le ha costado llegar. Es de algún modo, el precio que tiene que pagar la burguesía, por baja que sea. 
Siempre me ha resultado conmovedor, esa forma en que Lázaro cuenta su vida, tratando de ilustrar su resignación, es como si nos dijera después de todo lo que he pasado, dejadme tranquilo. Lo merezco.
Pero siempre que explico el Lazarillo a mis alumnos les hablo del que sin duda es mi pasaje favorito, y que supone una isla de ternura en medio de tanto despropósito, me refiero a ese episodio con el escudero en el que Lázaro conmovido por el hambre que pasa su amo, se compadece de él y decide compartir su uña de vaca, y no sólo eso, sino que facilita el envite alabando el manjar, pues sabe que ha de vivir acorde a la apariencia. 
Ese gesto redime a Lázaro, y a la obra entera, de todo su pesimismo, es lo que distinguirá a Lázaro de los decadentes pícaros que nos presentará la literatura posterior, Lázaro es un humano, capaz de descalabrar a un ciego, pero dar de comer a uno que ha sufrido lo que él. Se nos dice explícitamente: "Tanta lástima haya Dios de mí como yo había dél, porque sentí lo que sentía, y muchas veces había por ello pasado y pasaba cada día. Pensaba si sería bien comedirme a convidalle; mas, por me haber dicho que había comido, temíame no aceptaría el convite. Finalmente, yo deseaba que el pecador ayudase a su trabajo del mío, y se desayunase como el día antes hizo, pues había mejor aparejo, por ser mejor la vianda y menos mi hambre". 
Pienso muchísimo en este pasaje del Lazarillo, no sólo porque sea una joya dentro de la obra maestra que lo encierra sino porque me alivia la depresión. Por ejemplo ahora con la crisis, en que todo apesta tanto, en que sufrimos a políticos ineficientes que sólo la ignorancia y la desesperación pueden explicar que estén ahí , pienso en ese episodio del Lazarillo, y en esa compasión tan maravillosa, y creo que es ahí, en esos episodios de lo que Unamuno llamaba la intrahistoria, donde podemos encontrar asideros.

1 comentario:

  1. Hablar de Lazarillo de Tormes en un blog es algo inusual que me ha encantado. No recordaba ese pasaje tan hermoso, porque hace muchísimo que lo leí, y aunque lo trato con mis alumnos no he vuelto a releerlo.

    Unamuno, Unamuno.. estuvo en Gran Canaria, ¿no?

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