martes, 16 de octubre de 2012

El té. Salud y placer

De pequeño no entendía cómo era posible que hubiera gente que disfrutara con esas bebidas calientes que dependían simplemente de lo que soltaban unas ramitas de un arbusto, me sabían amargas a veces, insípidas en el mejor de los casos, incomprensibles siempre.
Ahora soy un amante del té, de hecho el té es uno de esos grandes motivos de felicidad que he adquirido en los últimos cinco años. Pero en realidad comprendo por qué pensaba así, parte de razón no me faltaba porque la mayoría de los tés que se comercializan en España, o que le ponen a uno en un bar, no son más que productos de tercera calidad, hojas secas sin gracia, con el único atractivo de poseer teína (esa pequeña droga) y ser más digestivo que el café.
Gacias a Dios, hoy se puede beber excelente té en España, se puede pedir por internet o conseguirlo en las franquicias o alguna cafetería especializada. En parte se está convirtiendo en un producto de referencia por sus propiedades anticancerígenas y cardiovasculares así como de otras muchas secundarias que cualquiera puede consultar por la red y que vienen avaladas por multitud de estudios. El té blanco y el té verde son acaso los más saludables pero también el negro, sometido a un proceso de oxidación, tiene grandes propiedades. También se están comercializando mucho las variedades rojas y oolong por su capacidad desengrasante.
Pero además de ser tan bueno para la salud el té es para mí una fuente total de placer, me gusta alternarlos e irlos consumiedo según su grado de teína a lo largo del día. Comienzo con un par de tés por la mañana, uno negro (un earl gray, un exquisito Kalley Valley o un té más fuerte) y otro rojo, a media mañana me adentro en el té blanco o el verde, más bajo en teína y suave, ideal para el almuerzo, muchas veces lo compagino con un oolong con gingseng que es uno de mis más recientes descubrimientos, después de comer suelo tomar un blanco con jazmín que es digestivo, o uno rojo si la comida ha sido pesada. Después tomo otro oolong y un par de tés verdes más. A partir de las seis ya no tomo más té, pero acabo la noche con un par de rooibos, normalmente aromatizados, que son en realidad infusiones y no tés, con propiedades relajantes, digestivas y fortalecedoras del sistema autoinmune.
Ya no lo tomo con azucar, estoy profundizando en los sabores y los edulcorantes los camuflan, los conservo en cajas cerradas que guardo en otra caja, trato de ser minucioso con las temperaturas de hervido y el minutaje de infusionado, hay un momento de temperatura perfecto, ni muy caliente ni tibio, en ese momento el té se convierte en un placer inexplicable, algo desconocido aún por muchos.

2 comentarios:

  1. ¡Me has dejado de piedra! Es todo un ritual para ti esa degustación tan minuciosa.. pues mira, voy a apuntar tus recomendaciones, a mí desde hace un tiempo me encanta el té, aunque no tome ni de lejos tantos como tú, dos o tres al día a lo sumo, y del primero que pillo. Pero ya no concibo un hogar sin la kettle.

    (Con mi madre mantengo una lucha particular, solo ha probados dos tés en su vida, y está empeñada en que ha tenido bastante, pero algún día la convenceré, jaj..)

    Un abrazo

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  2. jejeje. Bendita Kettle. Tampoco yo tomo tanto siempre, va por días, pero a veces sí. Tres o cuatro al menos. Prueba prueba.

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