Hace unos pocos días que los Emmy se acordaron de Breaking Bad, ya he hablado aquí muchas veces de ella y la última vez para decir que no me gustó demasiado el arranque de la última temporada, (partida en dos y cuya segunda parte se está televisando ahora mismo). Sin embargo, todavía no había dicho lo muchísimo que me está gustando la parte final de la temporada, si todavía no la has visto y estás leyendo esto, es mejor que pares.
El problema fue ese giro en la personalidad de Walter white, su protagonista, que se estaba convirtiendo en un villano de grandes proporciones, giro que me costó mucho aceptar. Y no es que la cosa haya cambiado, de hecho en estos últimos ocho episodios se nos presenta a WW, como todavía un personaje más despreciable, aunque por otro lado y también, como un personaje absolutamente patético, perdido en su ceguera, en sus promesas iniciales (lo hice por la familia) y una obstinación enfermiza. Es cierto que Pinkman, no resulta ya tan redondo, se ha quedado si acaso como el personaje ético, el yonki que sobrepasa en ética a los policías de la DEA o a la mujer de White. El capítulo 14 es pura adrenalina, es la ventaja del final, ya no habrá giros innecesarios para sostener más temporadas, ahora vamos al grano, adios Hank, fue bonito mientras duró, del personaje fanfarrón, del policía con debilidades habíamos pasado a un ser antipático, obstinado como su cuñado al que quiere atrapar a toda costa.
Terminado por unos nuevos chicos malos, tan malos como otros que cayeron antes frente a la inteligencia de Walt, que vuelve a estar dispuesto a terminar con ellos, pero esta vez, ay, de nuevo el cáncer y sobre todo, un personaje que comienza a hincar la rodilla, porque parece entender que nunca va a conseguir "todo" lo que quiere, que ese deseo voraz le ha hecho hundirse cada vez más.
Los momentos en la cabaña, con un White aislado, pagando diez de los grandes a su contacto para que se quede con él a jugar a las cartas, son un momento maestro de la historia televisiva, están cargados de una emoción inimaginable para aquellos que no habían visto la serie. Toda la secuencia con Walter metiendo el dinero en una caja, hablando por teléfono con su hijo, entregándose, rehaciéndose de nuevo ante la rabia y el odio, son simplemente magistrales. Me quito el sombrero (de Heisenberg) una vez más, lo hacen mis tripas, algo dentro de mí, touché, Vince Gilligan ha llegado al nivel de los grandes momentos de los Cohen.
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