El yoga es la forma más efectiva de estar mejor. Así funciona para m í y para mucha otra gente que conozco. Es muy difícil no notar una notable mejoría tras una clase de yoga y más si la práctica es continuada. Mi vida cambió radicalmente cuando comencé a practicar yoga, hatha yoga, que es la parte más física; asanas y pranayama, posturas y respiración. Hay muchos otros senderos de yoga, el de la acción, el de la devoción o el del conocimiento, pero todos han de complementarse, porque el objetivo final es uno y el mismo. El samadhi o la autorealización. Me gustaría llegar hasta allí, aunque un maestro de jnana yoga me preguntaría ¿a quién le gustaría llegar hasta allí?, pero qué es llegar hasta allí. Sé lo que no quiero, no quiero la realidad cacorra, no quiero el fútbol ni el café con leche, no quiero el ocio estipulado y estereotipado con el que a veces tenemos la sensación de respirar. No quiero seguir ciegamente los designios caprichosos y locos de mi mente que empobrecen mi vida.
He vuelto a la senda del yoga, que si bien nunca abandoné del todo, tuve bastante abandonada, Mariajo y Andrés fueron mis maestros, y el suyo fue Dharma Mittra que fue discípulo del Yogi Gupta. Después de unos cuantos años, tengo la sensación de que no sé nada, de que no estoy seguro de nada, sin embargo siento algo que no puedo trasladar a palabras muy fácilmente, pero que tiene el sabor de la verdad, de la vida auténtica y sé también que practicar yoga me acerca a eso.
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