La sinopsis de este libro no puede ser más sencilla, son las ficticias memorias de un párroco en mitad de un pueblo de la América profunda. Materializadas en forma de larga epístola como testamento vital para su hijo. Se casó siendo muy mayor y se decide a escribir a su joven retoño porque su débil corazón le avisa de la presencia de la muerte. Poco cuenta en realidad, habla de sus ascendientes también párrocos, de cómo conoció a su mujer, de la materialización de la parábola del hijo pródigo en torno al hijo de un párroco amigo suyo. Poco más.
Le basta con eso para llevarnos por el suave ritmo de las reflexiones de un hombre honesto y humilde, acaso por ser menos ambicionadas que otras, las virtudes más difíciles y más valiosas. Casi por momentos nos pareciera que estuviéramos escuchando a un hombre iluminado, superior, pero todo esto se nos presenta de forma muy sútil porque como ya digo es la modestia personificada.
No se engañe el que lee esta nota pensando que no se trata de una novela interesante por quizá no
verse atrapado por el argumento aquí esbozado. Gilead fue un auténtico bombazo el año de su aparición en 2004 (Pulitzer y National Book Award) y también aquí en España, cuando Galaxia la publicó en el 2010 y razones no faltan. Habían pasado 24 años entre housekeeping (primera novela de Robinson) y ésta tan esperada novela, y en ese tiempo desde luego Robinson miró la vida, hace falta mucha profundidad, mucha inteligencia emocional y espiritual para destilar lo que aquí se nos presenta, porque ésta es una novela alegre, un canto a la vida lleno de esperanza, la condición maravillosa de la existencia está en Gilead como puede estar en cualquier lado, es fácil decirlo en teoría pero difícil llevarlo a la práctica, y entre otras muchas cosas, esta novela viene a probarnos esta atractiva tesis.
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