Que Eloy Tizón es uno de los mejores narradores en castellano ya lo sabíamos, que su último libro corroboré y confirme esta idea es la novedad. Como ocurrió con Velocidad de los jardines, el libro ha tenido una excelente acogida por parte de la crítica y del público en general. Tras un irregular segundo libro (Parpadeos), con momentos de genialidad absoluta y otros algo más flojos, aparece este tercer libro de relatos, donde el autor fiel a su estética nos ofrece un recorrido, a ratos cotidiano, a ratos onírico de gente ordinaria, que en realidad es extraordinaria, y de ahí el título del libro y de ahí el mérito del escritor (iba a poner poeta y creo que es un lapsus que revela mucho de su literatura). Por que Tizón no es un cuentista en el sentido canónico del término, de relatos cerrados, perfectos a la manera de Salynger o Chejov por citar ejemplos variopintos, ni siquiera lo es por aquello que no cuenta (ya conocen la técnica del iceberg, Hemingway, Carver...), no predomina la anécdota como en Cortazar ni la inteligencia superior a la hora de crear universos como en Borges. Y sin embargo sus universos son hermosísimos, sentimos una profunda tristeza al terminar cada uno de sus relatos porque tenemos la sensación de que es un mundo que se termina.
El mismo ha revelado la doble naturaleza del libro, en algunos predominan relatos más convencionales y narrativos, en otros la sutileza se confunde con el lirismo, y la trama se pierde en un vaporoso esplendor poético, sin embargo nunca se descompone, reconocemos el tono del relato aunque en este se desdibuje la causalidad y las leyes habituales narrativas. También expone el autor algunas de sus técnicas, la enumeración en la que un elemento sorprende y cautiva, desordenándolo todo por ejemplo, y claro que es reconocible en sus cuentos, pero uno tiene la sensación de que sus bellos relatos están integrados a su vez por obras más minúsculas que a veces engloban un pasaje completo, un párrafo o una simple frase. Uno tiene la sensación de estar siendo golpeado varias veces en unas pocas líneas y eso sólo se consigue fruto del talento y el trabajo (siete años han pasado entre este libro y el anterior). Trabajo que nunca importuna la naturalidad, el fluir del relato, su unitaria composición. Da igual que se trate de un paseo, de la mano de Eloy Walser, una orquesta en un bosque, una caja, una maleta, una pastilla que también es una naranaja o un viaje a una boda, diferentes estilos, diferentes tonos, el mismo autor.
Lean ustedes este libro, lean a Eloy Tizón, todos sus cuentos. Es ya uno de los narradores de referencia para todos los cuentistas y un disfrute para cualquier lector.
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