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El tercer día del festival pirata de cine asiático nos deja por fin, una película a la altura de semejante evento, una película que no se borrará fácilemente del alma del espectador.
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Makoto Shinkai es uno de los nombres más relevantes del cine anime japonés actual. Aunque esta es la primera película suya que veo no he podido salir de ella más satisfecho. Es una película con una estética preciosa, está llena de barrancos, rocas, valles, llanuras, ruinas, vías de tren, abismos, oceanos, ríos y también está llena de luz: toda la película es un catálogo de los colores del cielo, de sus reflejos en el agua. Sólo por ello merece la pena meterse de lleno en la película y saborear esa colección de imágenes, imágenes nada arbitrarias, engarzadas en torno a una difusa historia en la que se mezcla el amor, la pérdida y la mitología japonesa, una historia cercana a nuestra cultura rica también en mitos sobre el descenso a las profundidades en busca de la amada muerta.
Una adolescente sensible y perfeccionista y un profesor desesperado por encontrar a su mujer emprenderán este "viaje" a través de Agathar, un reino donde se han retirado los antiguos dioses una vez que se hicieron prescindibles en la civilización moderna. Este reino está plagado de criaturas que recordarán algunas de las de Myazaki: Quetzacoals, guardianes, oscuras criaturas dispuestas a devorarlo todo en su reino nocturno. Incluso al final aparecerá el mismo Dios del reino.
Es cierto que la película está algo embarrada en su guión, que contiene demasiadas cosas en las que no termina de detenerse o explotar, pero está cargada de belleza y de nostalgia, aunque no sabemos muy bien de qué nos está hablando o a veces se excede en su propia recreación de la fantasía, sus preciosas imágenes nos hablan un lenguaje que somos capaces de entender (aunque no de explicar), sus arquetipos ilustran ese viaje equivocado que todos hemos emprendido alguna vez tratando de paliar una pérdida.
Genial la crítica. Una película y un director que mereecn mucho la pena. Un abrazo.
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