Sin embargo, y al contrario de lo que me suele ocurrir cuando me encuentro con un autor que me produce esas emociones, las posteriores lecturas que he ido realizando de Castán han hecho desplomarse todas las expectativas de ese primer relato. Para empezar porque todos sus relatos hablan de lo mismo, como si estuviéramos revisando un mismo cuento parafraseado con unas pocas variantes, sus protagonistas siempre masculinos son el mismo y sus amadas, inalcanzables, malditas, inevitables, la misma con diferentes nombres. Carlos Castán parece haberse empeñado en convertirse en el adalid de la nostalgia, pues ese es el gran tema de su narrativa, una tristeza amarga por algo que se perdió, por una esperanza que casi no dio tiempo a brotar. El título de su primera obra es tan significativo como el de las posteriores "Museo de la soledad" y "Sólo de lo perdido". Los relatos de Castán están llenos de huesos de aceituna y botellas de ginebra, de tascas de mala muerte y jergones sucios, de guitarras desafinadas y cigarrillos , sobre todo, están llenos de ceniza. Si tuviera tiempo y ganas de comprobarlo creo que podría corroborar que el sustantivo que más aparece, o uno de los que más, es ceniza. Algo que ardió y que ya quedó frío e inservible.
Sus personajes se enorgullecen sin tapujos de malditismo, odian el campo y adoran la ciudad, que como en su última colección de relatos recibe un homenaje directo. Odian todo lo que tiene que ver con el movimiento new age y por supuesto con lo espiritual, su única veneración es la estética de la tristeza. A veces el sufrimiento amoroso cae en el tremendismo y directamente sus personajes son locos asesinos que acaban matando a la mujer que aman o desean. Son sus peores relatos en mi opinión.
No me gusta hablar mal de nadie, creo que Carlos Castán es un gran escritor. Tiene un uso magistral del lenguaje y hay fragmentos de sus relatos cargados de hermosas metáforas y de inteligentes reflexiones. Puedo llegar a entender el camino que ha tomado, hace mucho tiempo yo adoraba llevar un abrigo negro, escuchaba música de the cure y Morrissey y pasaba el rato fumando cigarrillos bajo cielos nublados.
Con el tiempo eso sin embargo me pareció una farsa, tuve la sensación de que en realidad yo no era así, ni entendía la vida así, como si la estética de la nostalgia fuera tan poderosa que me hubiera nublado el entendimiento y yo mismo me forzase a tratar de entender el mundo de esa manera. Eso es lo que me recuerda la literatura de Castán, naturalezas muertas, eso o paisajes cárdenos donde se enmarcan cenicientos personajes, un mundo irreal y forzado, amparado en pequeños destellos de belleza.
Con el tiempo eso sin embargo me pareció una farsa, tuve la sensación de que en realidad yo no era así, ni entendía la vida así, como si la estética de la nostalgia fuera tan poderosa que me hubiera nublado el entendimiento y yo mismo me forzase a tratar de entender el mundo de esa manera. Eso es lo que me recuerda la literatura de Castán, naturalezas muertas, eso o paisajes cárdenos donde se enmarcan cenicientos personajes, un mundo irreal y forzado, amparado en pequeños destellos de belleza.
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